El tiempo y el pensamiento no comparten horizonte
por Adrián García Bassetti
Que el universo fue creado libremente, sea por un pedo cósmico o un orgasmo de dios o simplemente sea el plan maestro de una mente increíble, hace suponer sin ninguna duda que resulta una obra de arte. A buen observador, pocas son las palabras que el silencio bien ha de conjugar al traducir los detalles argumentales.
En cualquiera de los tres casos existe un instante creador que condiciona al mismo tiempo que descarta la razón de una ideología política, de izquierdas o derecha, marxista o liberal. En ese contexto más bien parece seguir una cronología anarquista, más apropiada al libre pensamiento antes que a las referencias conceptuales del dogma.
Así las cosas el debate es mucho más simple todavía: de qué lado está el artista al momento de crear su obra; es ateo o creyente de la existencia de un dios o reside en un limbo del mientras tanto vamos viendo, un hacedor agnóstico que al fin de cuentas resulta un tecnicista de lo cierto en tanto le sirva o no a sus propósitos, y así oportunamente habrá de consentir ideologías, religiones, economías, conveniencias que irán comprándole espacios relaciones sociales amistades comerciales utilitaristas y permitiendo que sus intereses se amolden a un régimen contingente, en tanto sin cuestionar persiga los mandatos establecidos, siempre más y más al servicio de un dogma, una idea de pensamiento ajeno, sopa masticada, una mente conectada a un servidor que le dice qué pensar, qué sentir, qué comer, qué sexo practicar… a quién amar aun cuando ni siquiera ha comprendido qué cosa es el Amor Universal.
Y supongo, no lo sé de cierto ni es desierto mi verdad al suponer, que dadas así las cosas resulta estrafalariamente obvio que abunden incontables artistas que tan poco arte representan a imagen y semejanza del universo.
Acaso porque el horizonte sólo sea un estallido del silencio abierto a las palabras, es que el instante continuará hasta su eternidad, y sólo al final del tiempo, cuando el misterio interprete su propia existencia habremos de reconocer que no hacía falta tanta falacia, tergiversación ni distancia de mierda entre quienes eligen no colaborar con la destrucción, a la que se subordinan los idiotas, que muerden el lenguaje hasta desangrarlo en partículas de ignorancia, con que sustentan sus aptas mediocridades. Sucede que mientras la vida siga dictando lo creado el universo también es presente continuo... y a su cuidado quedan el poeta y los artistas.
03092020